viernes, 11 de enero de 2013

La desnudez guaraní


El desnudo, forma parte de la cultura guaraní. Su cuerpo, libre, no necesitaban ocultarlo. La desnudez desprendía de su sinceridad natural.  En la idiosincrasia ancestral de este pueblo no podían entender por qué tapar el cuerpo.

Los guaranís disfrutaban del agua, continuamente se bañaban, por lo que generalmente estaban desnudos. El agua formaba parte de su hábitat natural. Vivían –viven- en un clima cálido, que acaricia la piel dulcemente. No necesitan taparse para protegerse de lo que no conocen: el frío. Y por supuesto no tenían vergüenza de sí mismos. Su cuerpo desnudo los hacía limpios. Su piel no sufría roce alguno con el ropaje. El sudor corporal brotaba libre, limpio. A lo sumo tapaban sus genitales con un pequeño ‘chiripá’, o taparrabos de tela, que envolvía la cintura y se desprendía hacia las rodillas y en el invierno, o por la noche, para dormir, se colocaban sobre los hombros una capa corta hecha con pieles de animales.

Para el guaraní, el baño, la limpieza corporal, formaba parte de su cultura más profunda. Era un rito, una necesidad continúa, por ello no necesitaban trapos, es decir, vestidos. No usaba ropajes, pero la mujer guaraní siempre gustó de adornos. Para ello se valió de las pinturas, de tatuajes, de amuletos que colgaban en su cuello. Podemos afirmar que su verdadera vestimenta eran estos adornos, efímeros, que alojaba su piel desnuda y su cuerpo al descubierto. Esto hoy se llamaría ‘body-art’.

Iban asimismo descalzos. Su piel, sus axilas, sus pies no emulaban efluvios desagradables. Cuando los españoles entraron en su territorio, una extraña olor invadió su entorno natural. Un olor desagradable, nunca olido, penetró en su territorio. Vieron a  unos seres cargados de pieles externas, sudorosos, con sus pies protegidos por unos rígidos artilugios que los desconectaban de la tierra, del barro, de la arena. De allí salía un olor insultante. Los primeros blancos que entraron en tierra guaraní fueron llamados ‘los que huelen a pies podridos’.

Estos olorosos pies podridos quisieron humillar el cuerpo del guaraní. Obligaron a este pueblo a vestirse, a oler mal,  a traicionar sus costumbres. Y a pesar de ello, la mujer guaraní intentó mantener su libertad,  su sinceridad natural. Se negó a cubrir sus pechos y mantuvo libre su cuerpo, hasta que ante la obsesión de aquellos brutales exploradores cavernarios y obsesivos, decidió  ocultar su sexo con una prenda de corte triangular, realizada con plumas de ave, que llamaron ‘tanga’. Posteriormente este tanga se maximizó y cambiaron el ‘tanga’ por el ‘tipoy’, túnica sin mangas, hecha de algodón, que cubría su cuerpo desde los hombros hasta las rodillas. 

lunes, 17 de diciembre de 2012

Sí, es de de Holden Jara

'Joven guerrera guarani', de Roberto Holden Jara


Tenía razón el comentarista anómino del post ‘Rostro rescatado’: el cuadro del retrato del indio guaraní, que tengo ahora colgado en mi estudio, es de este pintor paraguayo de firma HoldenJara. Y este óleo ya forma parte de 'mi mundo'. 

Pero... Este fin de semana he estado de nuevo en la casa que mis padres tenían cerca del mar, y que ahora disfrutan mis tíos lejos del mar guaraní. He vuelto para ir de nuevo a la buharedilla donde encontré el ‘rostro rescatado’ y que sabía alojaba otro cuadro que representaba a una mujer guaraní. Subi y recorrí otra vez las golfas polvorientas y, efectivamente, me reencontré con el otro retrato, también abandonado y cubierto de años. Un nuevo rostro, esta vez de una mujer guaraní que se encuentraba igualmente olvidada y que estuvo allí durante décadas, junto con el cuadro del 'rostro rescatado'...

Al volverlo a ver, comprobé que este óleo también es bello. Muestra la grandeza de la mujer guaraní, a pecho descubierto, rostro pintado, dientes magníficos. Detrás de ella, una escena quieta, pero inquietante. Otras mujeres, en pie, guerreras, armadas con largas lanzas, la rodean. Un decorado que, supongo, quiere representar la cotidianidad de este pueblo volcado a la caza, la estepa y a sus ríos. Y también -¿por qué no?-, a la guerra. Por ello he bautizado al cuadro como 'Jóven guerrera guarani'.

En la parte inferior izquierda del lienzo, otra mujer -ésta sentada- contempla a la protagonista de la pintura. Nos mira de reojo, sonriendo, como si estuviera admirando la plenitud de la jóven mujer, pletórica, sonriente, segura de si misma, sana. A la derecha, la firma del autor del cuadro. Sí, es obra de Holden Jara

martes, 11 de diciembre de 2012

Anahí, el mito de la mujer activa


Bonita sugerencia de Maravilla Sonora, emitida por ‘radio lavaca’, programa conducido por Cecilia Wara. Hace referencia al nombre guaraní Anahí .

‘Dicen que cuando llegaron los conquistadores por el río, el pueblo Guayaquí peleó días y noches contra la invasión española. Una de sus luchadoras fue Anahí, una joven mujer que era reconocida entre los suyos por su hermosa voz. Cayó prisionera y de inmediato la condenaron a la hoguera.

Al arder su carne, la mujer comenzó a cantar por la tierra guaraní y el pueblo que habitaba ese suelo. Cuentan que la voz se elevó al cielo y que durante la noche el cuerpo de Anahí se convirtió en un árbol con racimos de flores rojas. De esta manera, homenajeando la valentía de Anahí surge la leyenda de la flor del ceibo’.

Os invito a compartir esta canción del repertorio popular paraguayo que recuerda a esta mujer. Una sugestiva versión de la cantante Ginette Acevedo:

http://archive.org/download/MaravillaSonora10_462/cecilia10.mp3

viernes, 15 de junio de 2012

El payé, o pey, el saneador guaraní

A mi padre lo llamábamos Pey. Pey y payé para nosotras era lo mismo. El payé, que en el idioma guaraní quiere decir ‘el que sabe’, era antes de la occidentalización de los pueblos tupi, algo más que un chamán. Para las tribus guaranís el payé era quien sanaba a los miembros del clan de las enfermedades y los malos augurios.

Leónidas Garbantes, pintor argentino, lo eternizó en el grabado que abre este 'post'. Y lo llamó el que vela por la limpieza y la higiene personal.

Mi padre siempre tuvo una obsesión por la limpieza. Por el agua saneadora, la higiene y la armonía corporal.

Los guaranís eran uno de los pueblos más sanos y fuertes de todo el hemisferio austral. Así me lo decía mi papá y lo reconocieron los primeros españoles que se encontraron con ellos. A parte de su buena alimentación, basada en el maíz, y el mate, y los animales que produccian los ríos por donde transcurría su vida, - no solo devoraban pescados y anfibios, sino que también comían y cazaban  mamíferos y reptiles- tenían un concepto que muy claro del valor sagrado de la limpieza corporal y el aseo personal. El agua que discurría por sus territorios facilitaba esa higiene. Y el valor mítico que tenían  del liquido elemento, como engendrador y portador de vida, también influyó en esta cultura del cuidado personal del cuerpo.

Para entender aquella primitiva sociedad tupí, hemos de partir de la idea de que no existía una frontera definida entre los mundos "terrenal" y "espiritual", tal como pasa en todas las sociedades animistas. Para ellos todo constituía una sola realidad. Lo espititual (el cielo, la mente, los dioses), y lo terrenal (la tierra, lo corpóreo, el hombre) son una misma realidad unido por la magia. Y la comunicación entre los hombres y lo sagrado se establecía a través de los sueños y que solo podía interpretar y controlar el payé.

‘Este personaje, el payé, devenía tal por inspiración y desde el vientre materno, y no debido a un entrenamiento especial o por pertenecer a un determinado estrato o círculo social’ nos dice el egiptólogo Jorge Roberto Ogdon. Es decir, nacía, que no se hacía. Era un don, un atributo que tenían los payé, reservado a ciertas personas, pero transferido de forma innata.

El gran rol de payé, en estas sociedades, era, a parte de unir los espiritual con lo humano, lo divino con lo material, era el curar y prevenir a las personas de los males físicos y las angustías mentales.
El payé, el pey, curaba, tenía poderes para contrarrestar un "daño", un mal espíritu. Era un médico.

Obviamente, también era un herborista capaz, como usualmente lo suelen ser los chamanes en todos lados. El herbarium de la región paraguaya es pletórico en plantas útiles y eficaces que se emplean para sanar.  Y como no, también el payé utilizaba el sueño como terapia curativa. Una vez despierto el enfermo, el payé ponía en práctica una serie de operaciones o ritos, destinados a extraer y expulsar al invasor, que había provocado la enfermedad en el paciente. Estas operaciones, las recuerdo muy bien, básicamente eran las siguientes:

Cura por succión: chupar la región del cuerpo en donde se supone que las entidades intrusas (la enfermedad ) se encuentra ubicada. El besar es la expresión sublime de esta succión.


Cura por soplo: el payé sopla sobre la víctima y, de esta manera, introduce en su cuerpo una fuerza mágica que pone fin a la causa de la enfermedad. Es el soplido benefactor que nos da aire y equilibra nuestra temperatura.

Cura por rezo: se recurría a ella en casos severos y cada payé tenía sus propias e intransferibles oraciones para poder erradicar estas poderosas enfermedades. Es la forma de canto, acompañado del ron ron de la música, para erradicar nuestros males. 'Quien canta su mal espanta'.

Cura por hierbas:  que el payé conoce y usa un amplio espectro de especies vegetales, así como otras sustancias del mundo natural, a fin de preparar la medicación correcta y eficaz con que restaurar la salud del paciente y derrotar a la enfermedad. Base de la farmacopea de siempre.

Payé

miércoles, 6 de junio de 2012

Canibalismo y purificación


A veces me repugna. Otras no tengo más remedio que aceptarlo. La mayoría de las veces, y rearmándome de moral y ética relativista a nivel antropológico, las puedo comprender. Cuesta aceptarlo, pero es una evidencia. Siempre me ha sorprendido de que el hilo que más lectores tiene este blog sea el que habla del canibalismo. Sobre todo el que afecta al post de Solis. Miras las estadísticas, y a pesar de que hace tiempo que escribí aquel primer artículo, aún es el "top teen" del blog. Y más, después de los trágicos sucesos acaecidos estos días en Miami, sobre un caso de canibalismo activo, salvaje y virulento.

Poco tiene que ver el canibalismo del trastocado ciudadano de Miami, con el que practicaban, como ritual de purificación los indios pre-colombinos, y en especial los guaranís procedentes de la Amazonia. Y el canibalismo es una práctica cultural que no solo se ha practicado en América, sino que es universal, en ciertos momentos históricos.

Para ello hemos de comprender el mito del Karaí amazónico, caribeño y guaraní, que con ayuda del jaguar legendario debía cumplir su cometido de poblar la tierra, y necesitaba acudir a la mujer y al secreto del poder femenino, para devorar a los hombres impuros, los que no tenían derecho a perpetuar su especie.

En la tierra, solo la mujer era, igualmente que el Karai, la intermediaria privilegiada para establecer el nexo y la mediación entre los grupos, y determinar las reglas de reciprocidad dentro de un sistema de antagonismos y complementariedad y evitar el exterminio mutuo, si era necesario evitar el canibalismo y dar continuidad a la especie. Pero solo su opinión era aceptada para evitar este rito.

Los guaraníes, como todas las sociedades conocidas, tenían sus prácticas rituales y religiosas para purificar lo impuro. Y por regla general, en toda sociedad o en todo individuo, la principal amenaza que se tiene es la muerte que es lo contrario de la vida, es decir, lo impuro. Y la impureza es por excelencia el cadáver, que pone al individuo frente a la muerte.

Los ritos funerarios y de cacería, de muerte del animal, cumplen la finalidad de purificación, que solo se consigue si este es comido en un banquete ritual.

Lo impuro, en definitiva, es el enemigo, el ser de otra especie, los hombres de otras tribus. A los seres de otras tribus los antiguos guaranís -y por extensión otros pueblos que habian sido caníbales- no se los consideraban “verdaderos hombres”. Eran sus enemigos, a los que les podrían propinar la muerte. Por esto, no solo tenían que ser eliminados, sino que tenian que ser comidos por los vencedores, para completar el ciclo de la purificación. A no ser que la mujer, o el clan de mujeres, lo impidiera, y entonces entraban, estos enemigos, a formar parte de la tribu, de la sociedad de los puros.

Solo en este sentido se entiende el canibalismo de las distintas tribus americanas. En este sentido, el ritual de la antropofagia consistía en purificar la carne impura del enemigo, comiéndosela; este ritual introduce un sentimiento de ambigüedad difícil de entender y reprochable desde nuestra óptica actual, porque esta definición implica exclusión y, a la vez, inclusión de todos aquellos que se sienten integrantes de una comunidad de la cual los demás son excluyentes.

Ser considerado “caníbal” era comerse a los seres de su “propia especie”, y no se aceptaba. Los guaraníes no se comerían nunca a sus semejantes, a los de su tribu, pero sí podrían hacerlo con los europeos. Como hecho curioso, tal como señala Shmild, la sorpresa de los guaranís fue grande, cuando fueron testigos de la hecatombe de la expedición de Solís, y ver como entre europeos se comían mutuamente, en caso de hambre, a pesar de que formaran un mismo grupo o, para ellos, "tribu". Y esto lo vieron repetido después en varias ocasiones, con otros casos protagonizados por otros exploradores, piratas, perdidos en la selva o en las costas y desesperados por su desnutrición practicaron la antropofagia. Nunca lo entendieron. Para ellos era ir contra la naturaleza.  [Creo una etiqueta "canibalismo" para agrupar los artículos sobre este temática]

viernes, 30 de marzo de 2012

Bolivia centro de actualidad en el “mar abierto”


Bolivia se ha convertido en actualidad marítima, por desgracia, a causa de un secuestro de uno de sus buques que operan en mar abierto.
La repercusión mediática ha sido colosal. Incluso el blog de referencia sobre temas de piratería piratas a bordo, ha hecho eco del suceso. Es posible que sea el primer buque mercante boliviano acosado en una acción de pirateo. Y ha sido en la zona más caliente actualmente en este tipo de actividad delictiva, en la zona del Indico.
El bulkcarrier ‘Eglantine’, con 29 tripulantes a bordo y con un trasporte con carga de azúcar destino Irán, ha sido secuestrado por piratas somalís. Se encontraba navegando a 190 millas de aguas de las islas Malvidas. Ahora se encuentra en costa somalí.
Que un buque del mar guaraní sea víctima de este tipo de incidencia es una prueba de la violencia que se vive en aquellas aguas. Solo una treintena de buques con bandera boliviana operan en mar abierto.
El secuestro ha servido para poner de nuevo en actualidad al sector de la marina en Bolivia, país también guaraní. Y ha evidenciado varias cuestiones.
Primero, el deseo de los gobiernos bolivianos a que este país pueda disponer de una salida libre al mar. Se han reactivado la polémica y las desavenencias entre La Paz y Santiago, en relación al uso, reconocido como derecho, que Bolivia pueda utilizar los puertos de Iquique, Antofagasta y Arica (tratado 1904) ,y que según la cancillería boliviana,desde hace unos meses se está incumpliendo, estrangulando el tráfico boliviano hacia el Pacífico, con trabas burocráticas, impedimentos, físicos y aumentos de tasas portuarias, no reconocidas por los bolivianos.
Segundo, se ha evidenciado la necesidad de reactivar las obras del puerto, en pleno Pantanal, de Puerto Bush, que ha de dar la salida libre y natural del tráfico marítimo boliviano a través de la cuenca de los ríos Paraguay, Paraná y Plata hacia el Atlántico.
Y tercero, y última cuestión, ha entrado en debate un elemento preocupante, el de acusar a los pocos barcos con pabellón boliviano operativos en mar abierto, de responder, en muchos casos, a órdenes de fletes de sospechosa procedencia, normalmente, para cubrir tráficos encubiertos del comercio internacional.
Ante esto decir que “quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”. En el mundo marítimo y del comercio internacional, los fletes de dudosa procedencia son el pan de cada día. Y “lo cortés no quita lo valiente”. Una cosa no desvirtúa la otra. El derecho que tiene Bolivia en disponer de una marina mercante, no tiene por qué ser puesto en entredicho por quienes valoran y ven en las operativas de algunos brockers internacionales que impulsan gran parte del comercio mundial, como algo anómalo y sospechoso. O como dicen en Europa, “no hay que confundir la gimnasia con la magnesia”.

viernes, 23 de marzo de 2012

La fotografía puso las cosas en su punto



Interesante reflexión la de Alicia Gloria Auxiliadora Rubio que sostiene cómo la fotografía desmitificó la épica y la grandeza de la guerra.

Sólo el pintor Goya, antes de inventarse la técnica fotográfica, ya puso los horrores de la guerra en sus cuadros y grabados, cuando representó la dura represalia de los franceses contra el pueblo de Madrid el 3 de mayo de 1808. Se adelantó, sin saberlo, medio siglo antes, a lo que hizo la fotografía después al desmitificar la temática artística inspirada en las glorias y hazañas de la guerra.

Los cuadros y el arte al servicio de temas militares, hasta mediados del siglo XIX, fue un fiel mitificador de las gestas bélicas, magnificándolas artísticamente bajo la aureola de la heroicidad. La fotografía puso las cosas en su sitio. Mostró la guerra con toda su mezquindad y auténtico horror.

La primera guerra que resultó "dañada" por la fotografía fue la Guerra de Crimea. Las imágenes que reprodujeron los diarios de la época enseñaron al público incauto e inocente la verdadera realidad de la guerra .

Como muy bien dice Alicia Gloria en su reflexión sobre la fotografía, “La guerra de Crimea y la de Secesión americana, son las primeras en donde se desarrolló la fotografía periodística gracias a la invención de las placas húmedas al colodión. Desde entonces, las imágenes de la contienda dejan de ser registros de gestas épicas para conservar a través de los años aquello que hasta entonces solo guardaba la memoria de la retina”, para ser luego inmortalizada por los panagiristas al servicio de la mitificación artística.



Tras la entrada de la fotografía todo cambió. El arte ya no endulzó las contiendas entre humanos. Al contrario. Al mostrar la realidad del instante resaltó aún más su crueldad.
Una muestra clara de lo que decimos es este boceto que hemos expuesto en la entrada de este post, una acuarela que representa el montón de cadáveres paraguayos encontrados en el campo de batalla Tuyutí, obra de José Ignacio Garmendia. Parece inspirada en la fotografía del reportaje gráfico realizado por Bate&Cía, que enseña el “Octavo montón de cadáveres paraguayos” tomado durante la guerra de la Triple Alianza ó Guerra del Paraguay del año 1866.

Patéticas.